viernes, 11 de noviembre de 2016

SALAS DE ESPERA... DE FRANCISCO QUINTANA


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             A María Martín, in memoriam

Como en las terminales de grandes aeropuertos,
donde de agolpan gentes de muchas procedencias
con destinos diversos y rutas diferentes;
igual que en obsoletas estaciones ferroviarias,
que impactan al viajero primerizo
dejándole impresiones abruptas e imborrables,
mientras soporta el tedio de fatigosas horas.
Así, también existen otras salas de espera
(algunas clandestinas) de estilos diferentes,
que acogen a viajeros solitarios,
impedidos y enfermos o ancianos arrancados
del seno familiar por distintos motivos.

Extraños pasajeros, de un viaje sin retorno,
transitan corredores casi interminables:
un tanto bulliciosos unos, y algo más sombríos otros,
e intercambian vivencias de sus vidas plagadas
de aciertos e infortunios o amargas decepciones.
Y reciben, alegres, visitas esporádicas
en sus aparcamientos -tan decisivos ya-
de parientes y amigos, muchos solidarios
y algunos por liberar, desesperadamente,
sus culpas escondidas o acaso silenciadas.

Me duele la tristeza que arrojan sus miradas
penetrantes, silentes, taciturnas,
perdidas a lo lejos -quizás al infinito-
y, a veces, encontradas con cierto sobresalto.
mientras, mujeres diligentes, profesionalizadas,
pasean a los internos por frondosos jardines,
les cuidan con esmero y atienden sus urgencias
de la mejor manera, soportando pacientes
algunas impertinencias con piadosas disculpas
y haciendo llevadera la convivencia entre ellos,
porque, de tanto en tanto, surgen broncas
entre aquellos insólitos viajeros.

Pero, ¿quien les escucha sus cuitas arraigadas,
sus pensamientos íntimos, sin tregua,
y calma sus temores, preocupación o angustia?
¿Quién prepara sus vidas, de interminables dudas,
para el definitivo e inevitable viaje?
¿Porque no se les dice, abiertamente,
que la muerte no existe, que es sólo un despertar
del sueño de la vida, una transformación total
hacia otro plano de existencia,
un cambio de vestido y de ambiente
-y, salvando las distancias,-
semejante al del gusano que se convierte en mariposa?
¿Por qué no se les cuenta los avances científicos,
las paradojas de la física cuántica
rayando en metafísica?
¿Por qué no se les habla de otras dimensiones,
de mundos paralelos al nuestro, que nos interactúan,
de la ley de la conservación de la energía,
para hacerles pensar en que todo es posible?
¿Por qué no se les colma de esperanza a sus vidas
y añade más consuelo a su existencia,
 si al fin nada se pierde?

Como muertos vivientes nos movemos,
deambulando entre sombras...

Frente a tantas cuestiones de enorme trascendencia
ancladas al vacío de la rutina cotidiana,
me embarga el desaliento y la amargura
en esta nueva primavera
de semillas tardías y futuros inciertos.

Francisco Quintana Carrasco

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